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Reflexiones sobre "Is this art?" de Cinthya Freeland.

No es tan complicado poder comprender la naturaleza de las preguntas que nacen en torno a cualquier forma de arte. Si motivos, incentivos, ideas, procesos o intereses no responden de forma directa y conclusiva a lo que los espectadores preguntan al confrontarse a alguna obra de arte que no es correspondida con la expectativa de lo que el arte debe ser, según ellos.

Es poco difícil sentirnos críticos y basar una opinión en conceptos como entendimiento, belleza, gusto, inspiración o expresión; aunque quizás no sea incorrecto o inadecuado, sino que son lentes a través de los cuáles nos hemos acostumbrado a vivir el arte por autonomasia. ¿Acaso existen otras formas de hacerlo? Yo estoy seguro de que las hay. Si todos somos capaces de pensar en arte de manera homogénea, es debido a que ha sido la única forma que hemos aprendido durante nuestra formación y si no la única aprendida, la más aceptada socialmete, pero no quiere decir que no seamos capaces de experimentar procesos de experiencia distintos ante el arte.

La cuestión acerca de lo que puede o no puede llamarse arte es originada precisamente al diferir unas personas de otras cuando hablan de arte en espera de lo que ya han aprendido por experiencia, lo que me parece hasta cierto punto divertido; no habrá momento en que se tenga una crítica que apruebe una pieza unánimemente como arte sin cuestionar aspecto alguno sobre el material, el concepto, el significado u otro aspecto que pueda especularse como valioso y que a final de cuentas llega siempre a ser una opinión prejuiciosa; sería maravilloso poder reconocer un objeto o expresión en esos aspectos y al mismo tiempo ser conscientes de que es incuestionable como arte por el simple hecho de proveer una experiencia estética que satisfaga al espíritu en cualquier categoría estética.

Proponer en el arte es un proceso del que todo artista depende para sobrevivir, todo lo que se ponga en la mesa del artista es fruto del conflicto. Paradójicamente lo que alguien asuma como sublime existe debido al conflicto constante. Como artistas esto es lo único que importa, estar en conflicto constante, ya sea con nosotros mismos, ya sea con la política, la música del vecino, la lluvia en los zapatos o los sentimientos experimentados, todo puede ser conflicto.

No pensemos que el conflicto es bueno o es malo, no se puede asumir al conflicto del artista como una actitud de hartazgo o de problematización de la existencia porque entonces perdemos el cauce. Es más bien una profesión, porque al conflicto se le debe tener tanto paciencia como compromiso para ser capaces de encontrar momentos de claridad y coherencia en lo que uno como artista se hace responsable de engendrar al mundo de las experiencias. Es tanto el peso que se carga en hombros del artista, que el problema de si al espectador le parece que el artista sea o no sea digno de presentarse así a la sociedad no tiene relevancia.

Suena como si el artista tuviera derecho a comportarse como niño malcriado y berrinchudo, pero lo cierto es que sólo es un juego donde nuestro único trabajo es incomodar a la sociedad respecto al arte.

No precisamos de la validación para saber que el arte es arte porque así lo creemos. Cada día hay millones de personas buscando encontrarse con el arte y en consecuencia han permitido a otros poder encontrarlo. El valor del conflicto está siempre en la identidad, en cómo el artista se encuentra con nuevas formas de pertenecer. Si yo tuviera que estar de acuerdo con algún personaje en si “x” pieza puede calificarse como arte o si tuviera que estar de acuerdo con el que dice que no puede calificarse así, diría que están discutiendo una pregunta que no les dará respuestas importantes.

No me parece justo que sigamos pensado en el arte como un fenómeno que podemos sugerir en un deber ser. Quienes ponemos en los sentidos de los otros lo que se denomina arte podemos sólo excusarnos en seguir siendo inconformistas del mundo que habitamos para encontrarnos un poco menos en conflicto durante nuestra vida. Lo que me parece más humano en este tema, es ser conscientes de que el arte puede tener cualquier forma y cualquier temática y lo que puede ser interesante para todo el que busque encontrarse cercano al arte son estas palabras: origen, trayecto e identidad.

Explicamos el arte en relación a sus orígenes, y ciertamente es gran parte de lo que da sentido a este, tiene un cierto vínculo con lo ancestral y lo ritual que hace al arte que actualmente conocemos algo de relevancia histórica y le da un valor sentimental e identitario a quienes lo presencian en el presente. En tanto encontramos un origen tendremos trayecto, lo mismo que una pieza: el arte no viene de la nada, tiene fundamentos en el pasado, en los antecesores que encontraron maneras de conectar el cuerpo con la mente y el medio en que vivían mediante objetos y actos que pasaron a la posteridad como expresiones artísticas: se trata de un proceso que forma identidad.

La mejor manera de entender que el arte contemporáneo ha sido en ocasiones un desfase tan evidente a las ideas de belleza en el arte es pensar en que no tiene límites, se ha sido tan creativo e inventivo como la actualidad lo ha incentivado y permitido, el hacer uso de sangre o figuras religiosas, cuestionar el valor de un producto o su imagen, reflexionar en torno a la funcionalidad y el devenir del arte, todo ello es aceptable y plausible, porque el arte ya en busca de provocar o con intenciones de modificar un espacio o permanecer en la memoria colectiva, sigue transformándose en algo nuevo que es obligatorio experimentar.


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